Ayer pasaron en la tele uno de los mejores episodios de una de las mejores series de televisión de todos los tiempos. The Body, el momento en que Buffy Summers encuentra el cadáver de su madre en el sofá y el mundo de pronto cambia para ella... y para nosotros.
No es una muerte poética. Es una muerte silenciosa, fea como es la muerte misma, impresionante. Una irrupción de realidad, como una bofetada, en un universo de ficción donde vampiros, zombis, maldiciones y hombres-lobo alternan con el angst juvenil y la lucha por la supervivencia en ese momento crucial que es la adolescencia. Los vampiros en Buffy, subtexto de por medio, son el equivalente al botellón, las drogas, los accidentes de moto, las acrobacias carajas, la falta de preocupaciones y las ganas de vivir sin complicaciones la vida (o la no-vida).
Joss Whedon, creador de la serie y escritor y director de este episodio clave, no se corta un pelo. Hace, lo he dicho en otras partes y no lo digo solo yo, historia en el medio televisivo y yo diría que en el medio audiovisual. Porque la muerte de Joyce, tan impresionante, tan sin vuelta atrás, sin banda sonora musical, es tan real que el espectador (y, según dicen, los actores) no tienen más remedio que sentir la empatía de otras muertes más cercanas, o de temer otras muertes que uno quisiera más lejanas. El cine, la televisión, la literatura toda, usa la muerte como recurso poético, como vehículo de redención, como castigo, como esperanza de un más allá: la muerte es el final del camino, la conclusión de un argumento, el momento álgido de una secuencia donde los personajes supervivientes se cogen de la mano, y hablan, y recapacitan, y comprenden. A veces hay sacrificio, a veces hay penalización.
Nunca, como en este episodio, hay ese vacío enorme. Porque la vida sigue y Buffy y Dawn y Willow y Xander (y Anya) tienen que asumirlo. La muerte es una caries abierta en la boca de sus vidas y lo único que no pueden hacer, durante un tiempo, es cerrarla. Hay tedio en esas horas de espera en el tanatorio mientras el médico hace la autopsia. Hay indefensión. Hay soledad. Hay momentos de incomodidad perfectamente reflejados (esa escena donde Buffy y Tara quedan solas, sin apenas conocerse). Hay, lo dice Whedon muchas veces, fisicidad.
Ayer hemos visto la muerte como algo físico, no como hecho sobrenatural, no como catarsis. Todo lo contrario. No sé si Whedon ha inventado en este episodio la anti-catarsis. No es un episodio bello, pero sí un episodio que no puede obviarse. Dentro de la serie y fuera de ella (aunque, claro, ni a Whedon ni a Buffy le han reconocido nunca los grandes avances que está haciendo en la forma de hacer televisión). Fuera de ella, porque es un reflejo de la muerte, tan real que a veces parece un documental: esos largos planos secuencia; los planos tomados cámara al hombro donde vemos que la imagen tiembla como tiembla Buffy o como tiembla Dawn; los primerísimos planos de Joyce descolorida, tan real que parece muerta de verdad; la llegada de Giles en auxilio tomada tan de lejos en contraste con los primeros planos de los ojos espantados y llorosos de Buffy; la iluminación azul y los momentos en que vemos cómo aquellos que no han sido tocados tan de cerca por la muerte (Xander, Anya, incluso Giles) se ven atractivos, hermosos y peinados, en contraste con el cuello estirado de Buffy, los ojos entrecerrados de Dawn, las ojeras de ambas, el temblor de sus voces.
Dentro de la serie, es el segundo gran punto de inflexión: el primero fue el episodio 26: "Innocence". A partir de "The Body", la muerte se enseñorea de la serie. Todo es más oscuro, más vital por puro contraste, más abocado a lo siniestro aunque los villanos de la sexta temporada sean una pura gozada friki. La muerte ha entrado de verdad en la historia, y volverá a hacerlo varias veces. Nunca como ahora, sí. Pero la vida sigue y los vampiros (la adolescencia desgarrada) acechan. Y Buffy tiene una responsabilidad para con Dawn, y después para con las futuras Slayerettes.
Buffy acaba de descubrir que, sin madre, el paso siguiente es convertirse en madre ella misma.
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Categorías: Buffy y Angel