Nunca fue cómico de mi devoción, quizá porque los niños no tenemos sentido del humor o ese sentido del humor se lo gana poca gente: El Gordo y el Flaco, o Charlot, a veces. Las películas de Bob Hope (ahora parece que ni existen), me aburrían soberanamente cuando era un crío, y de mayor nunca he caído en la tentación de revisitarlas. Me pasa como con los Hermanos Marx: estoy seguro de que en versión original sus retruécanos serán diferentes y divertidísimos, pero no me ha dado por comprobarlo in situ.
A mi padre sí le gustaba Bob Hope, y lo pronunciaba de corrido: bojópe o tal que así. Y me contaba la escena de El hijo de rostro pálido y aquella frase mítica de "Tú ser un idiota, tu padre ser un idiota, y tú ser el idiota más grande que yo haber conocido" donde se demostraba que el mundo está en poder no de los políticos, sino de los intérpretes.
A mi alumno Juan Benigno Seoane (JB, como yo le llamaba), no es que Bob Hope le gustara. Es que lo volvía loco. No sé por qué, nunca pude encontrarle explicación. Un chaval de su edad tendría que haber sido seguidor de Eddie Murphy o incluso de Jim Carrey. Pero para él Bob Hope era poco menos que el mejor cómico de todos los tiempos. Cuando una vez, en clase, me preguntó si sabía dónde podría escribirle una carta, yo le conté la anécdota aquella de Agatha Christie y el fan que logró hacerle llegar una carta con la simple dirección: "A la mejor escritora de misterio del mundo".
Le propuse a JB que enviara una carta a Estados Unidos con ese mismo truco: Bob Hope, the greatest comedian in the world. Iba a ser mucha casualidad que se repitiera la historia, naturalmente. La carta le fue devuelta. JB no se amilanó y la volvió a enviar, con el mismo encabezado: Bob Hope, the greatest comedian in the world.
Y a los pocos meses recibió en efecto contestación, una fotografía de su ídolo y su autógrafo y todo. Debe ser cierto que a los carteros americanos no los detiene ni el viento, ni la lluvia, ni la nieve. O que a Bob Hope, centenario e icono, lo conocía todo el mundo en su tierra adoptiva.
JB (que ahora está en Alemania después de haberse pasado un par de años impartiendo clases en una universidad americana) estará hoy triste. Y yo con él. Hoy estará mirando aquella foto y aquella firma y quién sabe si no andará canturreando alguna de esas cancioncillas pegajosas de Rumbo a Río.
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