Anoche hacía un calor un pelín menos sofocante y, como uno tiene los pies hechos polvo después de tanto andar en Gijón y por la orillita de la playa como cualquier otro gordo en bañador, decidimos quedarnos en casa. Y acabamos viendo una de esas pelis intrascendentes, estúpidas, vacías de contenido y sin embargo absolutamente divertidas que suele pasar el Canal + y que uno nunca vería ni maniatado en el cine pero que, mira tú, en casa y con una cervecita por delante sirven para matar el rato.
La peli en cuestión se llamaba A por todas y pertenece a un subgénero de cuya existencia yo no sospechaba hasta que he caído en la cuenta de que es la tercera peli de más o menos estas características que veo en dos o tres meses. El subgénero (no sé si me atreveré a decirlo) de las animadoras. Como la protagonista era Kirsten Dunst (la Mary Jane de Spider-Man) aguanté los primeros minutos con cierta curiosidad, más que nada por escuchar la peli en versión original. Entonces apareció como secundaria de tronío Eliza Dushku, la Faith de Buffy, haciendo además una entrada de su personaje que remitía (pero en soft) a la cazavampiros renegada, y ya me quedé hasta el final.
Entre chistecitos fáciles, alguna simpática parodia de Bob Fosse y cancioncillas ritmeras, la peli se dedica a contar cómo un grupo de animadoras de un instituto llamado nada menos que Rancho Carne (así, en castellano) se preparan para las finales nacionales de tan curiosa actividad.
Y ahí es donde se me cayeron los palos del sombrajo, oigan. Uno no llega a saber si es ciencia ficción o si eso existe de verdad (tampoco he logrado comprender nunca las reglas del fútbol americano ni del beisbol, esas que consiguen que el equipo del prota gane en el último segundo cuando va perdiendo por tropecientos millones de puntos), pero si la peli magnifica el evento, que no lo dudo, tampoco dudo que el evento exista. O sea, que ser animadora (o animador, que también los hay y en esta película salen defendiendo su afición como émulos musculados de Billy Elliot) es algo más que contonear caderas y agitar pompones. Es el sueño americano. Es el show business. Es una religión. Es... una forma de vida. Cientos de miles de personas aplaudiendo en las gradas y dos docenas de jovencitas (y jovencitos, ya) partiéndose el alma por hacer la pirueta más imposible.
Yo, de verdad, creo que es más fácil hacer una carrera universitaria o atracar un banco. Pero es que soy muy raro.
Y luego dicen que los frikis somos los que leemos libros de ciencia ficción o nos gustan los tebeos...
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