Llevando la contraria a lo que decía aquí hace unos días, ahora resulta que me interesa que el Cádiz suba a segunda división el domingo que viene.
¿Y por qué, si es público y notorio que a mí ese tipo de competitividad ni fu ni fa?
Muy sencillo: Mi amigo Paco (que ya ha colgado algún comentario tiffosi aquí mismo, himnos del Cádiz incluidos, tiene entre otras muchas características una muy especial: desde hace lo menos quince años es coleccionista compulsivo de botellas de whisky.
No botellitas de esas de formato llavero, ni de las pequeñitas. Botellas de verdad. De whisky del bueno, escocés, irlandés, bourbon, malta, blend... Ciento y pico botellas tenía la última vez que me dio la lista con el inventario para que, en uno de mis últimos viajes a Londres, le trajera una botella que no tuviese ya en la colección. Paco las mima, las ordena, las clasifica en montón de archivos de Excel, las vuelve a mimar y ordenar, le quita las huellas dactilares y las huellas retinales de quienes nos pasamos la vida mirando el color tan bonito que tienen y lo chulis que son las cajas y las etiquetas... pero no las bebe. No las abre. Simplemente, las conserva. La colección es tan peculiar (y, reconozcámoslo, tan bonita) que incluso la saqué en mi penúltimo libro, la novela Detective sin licencia que se publicará en septiembre por la Diputación de Albacete.
Pues bien, en e-mail con calificativo de documento oficial, mi amigo Paco se compromete a abrir una y solo una de sus botellas de whisky el próximo domingo y compartirla con familia y amigotes si y solo si el Cádiz Sociedad Anónima Deportiva asciende de una puñetera vez a segunda división.
Conque aquí me tienen. ¡Ese Cádi....!
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