Se me va a quedar en el tintero, un largo artículo-estudio que le prometí a Juanma Santiago para Stalker y que, a la espera de ver qué destino tiene la revista, lo mismo no escribiré nunca. "007 contra el cine fantástico", iba a titularse. Una reflexión (de esas reflexiones desmadejadas que me da por hacer de tanto en tanto) sobre cómo el superagente británico sirve para preservar el status quo sociopolítico imperante... y a la vez el status quo físico-social.
Me explico: Ya desde Doctor No y su primera encarnadura física (con Sean Connery, of course) se vislumbra que los malos bondsianos (esos herederos en technicolor del Doctor Mabuse y los supervillanos de opereta de los tebeos) lo que quieren es imponer otra sociedad, por la fuerza, amparada siempre en el uso futurista de la tecnología: la radiactividad, las cabezas nucleares robadas, los rayos láser desde el cielo o la contaminación de los pozos de petróleo o el oro de Fort Knox. Y 007, insufriblemente machista, divertidísimamente inglés si se le escucha en versión original, alcohólico o casi, fumador ex-empedernido (me sorprende ver a Brosnan fumando en Muere otro día, pero supongo que ir a Cuba y no tomar mojitos ni fumarse un habano debe ser como venir a Cádiz y no comer pescao frito), Bond, decía, tiene por misión impedir siempre que esos sueños delirantes de sus malos de rigor se cumplan (Un inciso para apuntar que tengo la impresión de que el baño radiactivo que tomó Bond-Connery en Doctor No es la causa de sus poderes sobrehumanos, oigan)
Y, al impedir esos sueños de sus némesis, Bond impide esas realidades de ciencia ficción que se producirían de ganar los malos alguna vez: una Tierra dominada por las aguas, unos Estados Unidos arruinados tras la inutilización de su reserva de oro, o un primer mundo impedido de petróleo.
Bond renueva su vestuario, se hace liftings faciales, picotea cuando himen se le salga al paso y destroza cuanto gadget le preparen los sucesivos Q, y apenas se cuestiona la ética de sus acciones (los malos de Muere otro día hacen bien en llamarlo directamente "asesino británico"). Sobrevive a la guerra fría cambiando de barbilla y de peinado (y nadie se atreverá a contar nunca que su mismo nombre y apellidos son otra clave, como 007, y que son distintos agentes los que pasan por el rol, al estilo de El Hombre Enmascarado o las Slayers, previo condicionamiento operante).
Y yo sigo pensando que sería divertido, por un lado, haber anclado para siempre a Bond en los años sesenta, y haberle así incluido perspectiva histórica (al estilo de los nuevos álbumes de Blake et Mortimer).
Y, por otro, que sería interesante ver alguna vez una historia donde los malos ganaran y le dieran por fin un sesgo al mundo, donde Bond no volviera a la casilla de salida al finalizar cada aventura y lo tuviéramos por fin en un escenario de plena ciencia ficción, de la que tanto chupan los guionistas para los argumentos de sus películas.
Porque puede correrse el riesgo, como pasó el 11-S, de que el mundo real de pronto se parezca, cosa de unos y otros, a los mundos desaforados que los malos de sus películas pretenden crear siempre.
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