Mis amigos del Grupo Ajec pasan ahora mismo por el mal trago que suelen pasar las editoriales pequeñas de este país. Para seguir adelante, necesitan que la distribuidora o distribuidoras de sus libros, simplemente, paguen lo que les deben. Y las distribuidoras, sobre todo cuando se enteran de que, descontentos con sus servicios, los pequeños editores quieren probar suerte con otra empresa, dan largas, no sueltan la mosca, y dejan al pequeño editor (y al pequeño escritor) con el culo al aire. Quien más quien menos, dentro de ese pequeño mercado que suponen las editoriales diminutas (lo que en el mundo de los tebeos quizá serían las independientes) tiene historias amargas de encuentros y desencuentros con quienes no sólo no distribuyen bien (o ni siquiera distribuyen) sus libros, sino que además ni siquiera son capaces luego de ajustar cuentas y saldar sus deudas.
Todo esto va en detrimento del lector, que paga un dinero que no redunda en quienes también se joden: la editorial, y el escritor. Nos quejamos de la piratería en internet pero, la verdad, visto cómo está el patio, tampoco es que nos robe mucho nadie cuando cuelga uno de nuestros libros, si al final tampoco vamos a ver un euro. Nos queda el consuelo de ganar lectores.
Esa es la triste realidad del mercado en el que nos movemos. Y, ojo, el mercado en el que nos movemos está viciado de antemano. Si publicas con una editorial pequeña, sabes que vas a llegar a muy poca gente. Si publicas con una editorial grande, desde el género en el que estamos, descubres con estupor cómo un libro que se publica en mayo se salda en diciembre, lo que quiere decir que el libro en el que has invertido meses o años de tu vida desaparece de unas librerías donde, si acaso, ha asomado fugazmente unas semanas. No les exagero ni me invento nada: me ha pasado varias veces con mis propios libros: las grandes editoriales que utilizan el género como carne de cañón saben que el género le sirve hasta que deja de servirles.
El problema es nuestro, por supuesto: querer vivir honradamente de lo que escribimos, habráse visto. Jugar por una vez sin las cartas marcadas, donde se valore nuestro trabajo sin las puñaladas, las zancadillas, las putadas de toda la gente que vive de gorra a cuenta de los sueños de los otros.
Suerte, Raúl: saldrás de esta y te harás más fuerte.
Comentarios (29)
Categorías: Un poquito de seriedad