El mundo del cine y de la tele, que no para. Yo de leyes físicas, palancas, aceleraciones, impulsos y demás sé lo justito. O sea, que no sé nada.
Del mundo de esas cosas imposibles que pasan en las pelis ya hemos hablado largo y tendido por aquí: los coches que aparcan la mar de facilito y que no se cierran, las linternas que se cogen de aquella manera, las sillas que se descuajaringan y, no olvidemos el clásico, el cowboy que llega al pueblo con más polvo encima que el harinero de los polvorones de Estepa y en vez de pedirse un litro de agua fresca (y tras dejar atado al caballo de aquella forma, no olvidemos) se mete el tío un lingotazo de whisky peleón como si tal cosa.
Pero ahora acaba de llegar un clásico nuevo. Lo traen los SWAT, que son esos señores (imagino que los mismos en todas las pelis) que van en fila de a uno con los pistolones por delante (se nota que no han visto El sargento York), y que cuando se encuentran una puerta cerrada llaman a otro que trae un ariete.
Pero un ariete de bolsillo, pequeñito, estilizado, la mar de mono, negro metálico.
Un golpecito muy suave y la puerta se va a hacer puñetas.
Y digo yo, ¿qué tiene el ariete que centuplica de esa manera la fuerza del maromo que lo maneja? ¿Kriptonita?
Ya tarda Leroy Merlin en venderlo para despistados pierdellaves en su sección de ofertas.
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