Me llamaron hace un par de días de Radio Madrid (o similar, nunca me quedo con la copla de las emisoras que me llaman si son emisoras que no escucho), para que diera mi opinión, como "experto" de la cosa (risas de lata aquí, porfa), sobre la rauda resurrección del Capitán América.
Los locutores se habían aprendido la lección y sabían de lo que hablaban: en su dossier de muertos y resucitados prácticamente sólo me sobró Batman (sí, vale, en Dark Knight "muere", pero es un subterfugio, no una muerte). Mientras alguien cercano a la editorial que ahora publica los tebeos Marvel, en entrevista grabada, expresó sus parabienes sobre la situación (no llegué a entender quién hablaba, por cierto; es lo malo de las entrevistas por teléfono), me temo que yo fui un poquito más crítico. Pero imagino que me llamaban justo por eso.
Porque, verán, uno no es que crea ni deje de creer que la muerte del Capitán (olvidemos, por favor, decirle en español "el Capi") sea consecuencia directa de la Guerra Civil y bla bla bla. Centrémonos en lo que es: pura mercadotecnia. Joe Quesada y su equipo ya han demostrado cientos de veces que quizá no sienten demasiado respeto por la tradición de sus personajes, pero sí han entendido perfectamente que, puesto que los tebeos se estancan y no venden las cifras astronómicas que todos quisiéramos, es bueno que salgan en portada de revistas serias y en los telediarios y los blogs y las emisoras de radio del mundo entero. Con suerte, se venderán un puñado de comic-books más. Con ese recurso, se sigue manteniendo el stock en el mercado, y se acerca una película.
La muerte del Capitán América ya la hemos vivido varias veces, así que ahí no hay noticia. Lo que pasa, claro, es que los periodistas no leen tebeos (o no han seguido leyendo tebeos como nosotros), y además el público lector (y en esto se sorprendieron mis entrevistadores) se renueva cada pocos años y cree que con ellos se inventa una y otra vez la rueda. La muerte de los diversos Capitanes, a veces explicada a posteriori, a veces en riguroso directo, ha servido siempre para que al final volviera Steve Rogers, el único e inimitable Mr. Smith goes to Washington, el espíritu de Jimmy Stewart y el New Deal, el hombre de Roosevelt, ese que no es un fascista de tomo y lomo y que lleva alas en el casco porque personifica un sueño. Incluso las deserciones de Rogers como emblema abanderado del país de las barras y estrellas y su sustitución por otros personajes más escorados a la derecha siempre han acabado en lo mismo: en reivindicar el liberalismo verdadero del personaje.
Por eso, uno no se sorprende de que este nuevo uniforme que diseña Alex Ross se vea acompañado de un puñal y una pistola, indicando que vamos a tener a un Capitán América más agresivo. Ya vimos ese Capitán América más agresivo en los años ochenta, en la excelente versión del llorado Mark Gruenwald. Y vimos cómo Steve Rogers, por segunda vez en su carrera superheroica, tuvo que adoptar una nueva personalidad enmascarada.
Así, en realidad, no se puede hablar de una "resurrección", pues de momento no sabemos si quien está detrás de la máscara con la A en la frente es o no es Steve Rogers. Y, si no lo es, quién es exactamente el personaje, antiguo o nuevo, que ahora ocupa el símbolo de los USA: ¿Ojo de Halcón? ¿Bucky Barness? Uno, que lleva décadas deseando que sea Sam Wilson quien sustituya a Steve Rogers como Capitán, se siente un poquito frustrado, qué quieren que les diga.
Además, tampoco podemos asegurar, así de entrada y sin haber leído el tebeo, que Steve Rogers haya sido asesinado, como parece, o si el francotirador que lo manda al otro barrio, trasunto de Lee Harvey Oswald, no sea precisamente su ex-amigo del alma conchabado con su jefe del ojo tuerto.
Está por ver, y conociendo a Marvel, se verá si no se les nota demasiado el truco de bambalinas. O sea, la vuelta del Capitán América ahora y, me juego lo que quieran, la vuelta de Steve Rogers más adelante.
Ya se ha hecho, insisto. La confianza que me queda es que quien guioniza esta nueva vuelta de tuerca, Ed Brubaker, viene demostrando sobradamente que conoce a los personajes, conoce su historia, y es capaz de ofrecer siempre giros novedosos dentro de su clasicismo como escritor. No en vano es el mejor guionista de historietas del momento.
Así que podemos terminar recordando la vieja frase: "Nunca creas que un hombre está muerto hasta que hayas visto su cadáver. Y, aun entonces, desconfía".
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