Menos mal. Una peli de dibujos animados viene a salvarnos del mal cine del verano. Los chicos de Pixar camuflados de Disney, bajo la dirección de Brad Bird (a quien debemos Los Increíbles y El gigante de hierro), se enzarzan en un nuevo tour de force, tras el tropezón que pudo suponer Cars en el palmarés de la compañía. Y además lo consiguen a lo grande, mezclando alta cocina con la repugnancia que a todos nos produce (supongo que será a todos, ¿no?), la posibilidad de tener una tribu de ratas debajo de los fogones.
Uno agradece las películas de dibujos animados que no se hacen exactamente para niños, y además agradece que tenga unos buenos diálogos, unos buenos personajes y, en este caso, una animación para quitarse el sombrero. La campiña francesa, las endiabladas tomas por los interiores de la cocina y el interior de las tuberías, y sobre todo por París hacen que uno se olvide al momento de que estamos viendo una película de animación, tan logradas están (observen ustedes la textura del agua).
El look deliberadamente sixties de París, la cocina demodé, el genial crítico Antón Ego con su cadavérico look y su sancta sanctorum en forma de ataúd, sirven para contar una historia sin moralinas, donde se evita a la perfección el ridículo de la situación de partida y lo que, en cualquier otra película de Disney unleashed, habría sido un desenlace algo llorón. El movimiento de las ratas impresiona; Remy, la rata protagonista, no se hace cargante; el simple Linguini, tan torpe y keatoniano, encuentra su equilibrio en Colette, y a pesar de las invasiones de roedores, uno sale del cine con apetito.
Atentos a los detalles de genialidad: el coche que pasa en segundo plano mientras Remy recibe la reprimenda de su padre bajo la lluvia; la aparición del mimo en el puente; el cartel de sanidad que ya nos anuncia la posterior aparición del personaje, que recuerda a Richard Nixon. Y los rasgos físicos de Skinner, que inmediatamente remiten a Steve Buscemi, y su abogado, que estiliza al actor francés por excelencia de nuestro tiempo (aunque no lo sea), Jean Reno.
Una preguntita que me hizo mi hijo: ¿Gusteau también llevaba una rata debajo del gorro blanco? ¿Y no sería esa rata, según certifica el ADN, la mamá de Reymy, que no sale en la peli?
Y no lleguen ustedes tarde al cine y no se pierdan (ni molesten) el divertidísimo corto "Abducido".
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