La historieta nace ligada al periodismo a principios del siglo XX. Es un medio (o un arte) fundamentalmente moderno que necesita de una tecnología y que surge como respuesta a la búsqueda de un lector para los periódicos: en la guerra comercial por vender diarios, magnates de la prensa como Pulitzer y William Randolph Hearst compiten para ganarse los favores de un público que es en su mayor parte emigrante y que necesita el apoyo visual para consumir el producto. De la mezcla de imagen y palabra sintetizada nace la historieta tal como la conocemos.

Los cómics nacen para la prensa y se sindican en los grandes periódicos a través de las agencias. Existen tres formatos: la viñeta única (cartoon), la heredera más directa de la ilustración humorística del pasado; la tira diaria (daily strip), en blanco y negro, que cuenta en una secuencia de cuatro o cinco viñetas un chiste (al principio) o un desarrollo de la acción (más adelante); y la página dominical (Sunday page), publicada en color como parte de una separata de gran tamaño, formato sábana, donde se dan cita varios títulos. En algunos periódicos, los sábados aparece una separata menor, en formato tabloide.

Al principio, los cómics son humorísticos y de estética y narrativa balbuceante. Pero pronto el nuevo medio empieza a ofrecer elaborados productos con una estética muy acusada, verdaderamente artística en ocasiones: es el caso de Windsor McCay y su Little Nemo in Slumberland, verdadera maravilla con reminiscencias art-decó, o la divertida Bringin´up Father, de George McManus, donde el mundo obrero del lector emigrante de los periódicos se ve catapultado a un entorno de nuevos ricos donde el humor funciona por contraste. Títulos como Krazy Kat, The Katzenjammer Kids, Thimble Theatre exploran a su modo, desde estéticas a menudo contrapuestas, el surrealismo, las travesuras de la infancia o el disparate cercano a la española astracanada.

A partir de 1929, los cómics dejan de ser exclusivamente humorísticos (por lo que aún reciben su nombre), y empiezan a ofrecer estéticas naturalistas de la mano de dos iconos clave para la cultura popular: Tarzán de los Monos y Buck Rogers en el siglo XXV. En el momento en que la aventura llega a la historieta, la calidad artística ya no se mide sólo por la habilidad del dibujante, sino que se amplía por el exotismo de la puesta en escena. Durante todos los años treinta, y hasta la llegada de la Segunda Guerra Mundial, los cómics de aventuras conocen un periodo de expansión donde se abarcan todas las temáticas posibles: la aventura selvática (Tarzán y El Hombre Enmascarado), lo detectivesco (Dick Tracy, X-9 Agente secreto del FBI), lo exótico (Mandrake el mago), la ciencia ficción (Buck Rogers, Flash Gordon, Brick Bradford), la aventura (Terry y los piratas, Jorge y Fernando), lo medieval (Príncipe Valiente) o el western (Red Ryder, Lance). Las tiras humorísticas ofrecen obras de gran alcance como Blondie, Joe Palooka o Lil Abner.

En esta época, la historieta tiene tanta importancia en la cultura popular que una página de Terry y los piratas llega a leerse en el Congreso durante los días de la Segunda Guerra Mundial.

Tras la guerra, y mientras comienza a hacerse popular el formato comic-book (es decir, revistas de historietas desligadas de los periódicos, aunque en sus comienzos fueron recopilaciones del material para la prensa), el exotismo de personajes y aventuras se sustituye por un anclaje en lo más cotidiano. Flash Gordon se convierte en astronauta y no en simple aventurero en planetas exóticos; X-9 deja su nombre en clave y se revela su apellido como Phil Corrigan; Terry es sustituido por el derechista piloto Steve Canyon, y los nuevos personajes, sin renunciar a la aventura, son menos estatuarios que sus predecesores: es la época de Kerry Drake, el policía con sentimientos; Johnny Hazard, el alegre piloto comercial que tanto influiría en Indiana Jones; Ben Bolt, el joven aspirante a boxeador; Juliet Jones, la seria muchachita enamorada.

En el mundo de la tira humorística, Blondie se casa, igual que Lil Abner, y aparecen títulos existencialistas como Carlitos y Snoopy o claramente políticos como Pogo.

La aparición de la televisión, el auge de los cómic-books y, quizá más importante, el recorte de formatos y la duración de las historietas hacen que podamos marcar el final el apogeo de las tiras de prensa norteamericanas a mediados de los años sesenta, cuando una nueva generación de dibujantes y guionistas encuentra en los comic-books su público.

Sin embargo, los clásicos de la historieta norteamericana han quedado como iconos en el medio y la cultura popular contemporánea, y la influencia de sus personajes y la estética de sus grandes dibujantes todavía salpican las generaciones contemporáneas.



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Comentarios

1
De: RM Fecha: 2007-07-16 08:32

El esquema de la conferencia que doy dentro de un ratito en la Universidad Menendez Pelayo



2
De: fnaranjo Fecha: 2007-07-16 09:57

Jo, usted sí que sabe. Y yo, mientras tanto, peleándome todavía con un puñadito de imágenes que no sé en qué orden colocar, y dando vueltas a cómo hablar de lo mío... ejem...

¡Suerte!



3
De: Ojo de Halcón Fecha: 2007-07-16 11:23

Toda una lección. Ojalá pudiera estar presente, prometo de verdad que el año que viene no se me pasa. Si es que salgo de los exámenes y ya no sé ni donde vivo...



4
De: PAblo Fecha: 2007-07-16 15:54

Menuda entrada. Dan ganas de enmarcarla. Suerte con la conferencia y es una lástima no poder acudir en vivo.