En el mundo de los tebeos el olor es una nube así como de vapor donde flotan alitas de pollo, muslitos, bocatas de choped y hamburguesas completas, spaghettis a la riojana, cosas de esas.
Danki, Lala y Pis-Pis no habían comido nada desde que se perdieron dentro del tebeo mágico. Habían recorrido la selva, conocido a un sabio distraído que no supo o no pudo ayudarlos, luchado una guerra galáctica, surcado los cielos en cohetes amarillos, impedido una boda un tanto sosa, se habían peleado con un mago traicionero, habían aparecido dentro de una pirámide con dos locuelos peligrosos, se zambulleron de cabeza en una bolsa a cuadritos en la que cabía de todo, pero no tuvieron tiempo de tomarse un pincho de tortilla o un colacao.
Estaban los tres que se caían de hambre. Y el nuevo salto que habían dado, con la ayuda del escarabajo del faraón o sin ella, los había llevado a un bosque.
Y en el bosque flotaba un olorcillo...
--Se me está haciendo la boca agua, Danki.
--Pues anda que a mí.
--Gu --afirmó Pis-Pis, al que Lala y Danki se turnaban para llevar en brazos.
Fueron siguiendo la nube de olor y se encontraron de bruces con un caballero muy alto, muy moreno y muy guapo, que los esperaba en medio de un claro del bosque. Tenía los cabellos largos, como un delantero de fútbol antes de que a todos les diera por raparse al cero o como un cantante de heavy rock antes de que sustituyeran las melenas por los piercing, y vestía una cota de malla que le llegaba de la cabeza a los pies. En el pecho, una cruz. En la espalda, aunque no podían verla, unas hojas de palma cruzadas. No usaba casco, pero este personaje sí que se despeinaba, porque la melena al viento era una de sus principales características. Y estaba apoyado en la enorme espada que tenía entre las dos manos.
Era un caballero dispuesto para el combate, pero sonreía.
--¡Sir Espada! --exclamó Danki, sin poder contener la emoción.
--¿Sir quién? Yo creía que era Antonio Banderas --murmuró Lala.
--Gu --dijo Pis-Pis.
--No. Ese es el Zorro. Y en el cine, so tonta. Recuerda que estamos en un tebeo mágico.
--Ya. Y ahora me vas a decir que Sir Espada es el defensor de los débiles y los oprimidos. La ley de la Edad Media.
--Pues más o menos. ¿Cómo lo sabes?
--Una, que va aprendiendo.
--Gu.
Sir Espada estaba puesto así como la estatua de los Oscar, muy parado y muy quieto, como diciendo a ver quién sale del bosque que va a probar el filo de mi acero. Cuando vio que eran tres niños indefensos y no el enemigo que parecía estar esperando, su sonrisa se hizo más amplia y soltó una especie de suspiro de alivio.
Y entonces se desplomó en el suelo como si estuviera muerto.
Danki, Pis-Pis y Lala corrieron a socorrerlo.
--Jolines, ya es mala suerte --comentó Danki.
--Gu.
--¿Encontrarnos a un señor guapísimo que se parece a Antonio Banderas o que esté medio muerto? --preguntó Lala.
--Encontrárnoslo en este estado. Sir Espada es un magnífico caballero andante que nos podría ayudar a salir de este tebeo. Lo hace con todo el mundo. Lo de ayudarlos, quiero decir.
--Ah.
--Su armadura es la repera. No lo hunde en el agua, duerme con ella puesta, no se le oxida...
--¿Y lo protege de las armas de los enemigos?
--Normalmente sí, pero mira cómo está ahora.
--Parece que le han dado fuerte, ¿eh?
Eso parecía. Sir Espada tenía una herida muy fea en el costado, producida por un hachazo o un tajo de alfanje o un arma de esas que si son de plástico todavía tienen un pase, pero cuando son de hierro...
--Gwendolyn... Gwendolyn... --susurró el caballero.
--¿Qué dice?
--Parece que llama a Gwendolyn.
--¿A quién?
--A su dama. La reina Gwendolyn de Escandia. Una monada.
--Como todas.
--Mmm --murmuró el cruzado, que por lo visto también tenía aquello como coletilla favorita--. Gwendolyn... amigos... Ah, haberos fallado en el momento en que más me necesitábais...
Sir Espada estaba comido por la fiebre, y deliraba. Fuera cual fuese su misión, difícilmente la iba a poder cumplir, dado lo penoso de su estado.
--Oye, Danki, ¿estará muy mal que le peguemos un mordisco a ese pollito asado? --dijo Lala, señalando un bicho de aspecto inidentificable que Sir Espada había estado asando en una espeta antes de que llegaran los tres niños--. Lo digo porque me caigo de hambre.
--Hombre, no sé yo si estaría bien. Lo primero que tendríamos que hacer es ir por agua.
--¿En qué quedamos? ¿Tienes hambre o tienes sed?
--El agua es para hervirla. Para él.
--No me digas que Sir Espada está de parto.
--¿De parto?
--Es lo que pasa en las películas. Siempre que hay una señora embarazada, lo primero que pide el médico es que pongan a hervir agua.
--Ah, pues no sé. Lo decía por limpiarle la herida y tratar de desinfectarla. Es lo que me enseñaron en el cole.
--Está bien, está bien. Iré a por agua. ¿Dónde hay un grifo por aquí cerca?
--¡No seas pelma, Lala! ¿Cómo va a haber un grifo en mitad de un bosque?
--Gu.
--¿Y tú cómo quieres que lo sepa, si soy más de ciudad que los semáforos? Si tú tampoco viste una vaca hasta que te llevaron en segundo a aquella granja escuela...
--Pues busca un río. Tiene que haber uno aquí cerca.
--Eso. Voy al río y le digo al tendero que me dé dos botellas de agua mineral para hervirlas. ¿Con gas o sin gas?
--Eres imposible, Lala. Mejor que vaya yo.
--Gwendolyn... Gwendolyn...
--Oye, a este le ha dado fuerte y sigue cantando.
--Es que la reina Gwendolyn es muy guapa. Rubia, alta... Se parece a Anne Igartuburu.
--Gu.
Danki se acercó al caballo de Sir Espada, que estaba tan tranquilo pastando amarrado a un árbol, y rebuscó en las alforjas a ver si el caballero andante tenía una cantimplora o algo donde poder recoger el agua, que en los tebeos siempre llamaban el líquido elemento, como si no fueran también líquidos la leche, el vino o la cocacola.
Estaba rebuscando entre las cosas de Sir Espada cuando una sombra enorme (pero enorme enorme de verdad) lo cubrió de arriba a abajo, y una voz como un trueno exclamó:
--¡Suelta esas manos, malandrín! ¿Qué le habéis hecho a nuestro caballero?
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