Fue un animal hermoso de una escudería selecta. Tuvo un modelo al que ha imitado, conscientemente o porque también su vida se le fue de las manos, hasta el final. Bella, torpe, calculadora y zafia, asustó a la hipocresía social cuando se casó con un viejo multimillonario que no le aguantó ni dos asaltos, suponiendo, claro, que se encontrase con él en el ring de las sábanas y los abrazos. Posó desnuda, correteó en películas de tiros, entornó muchos los ojos y (la recuerdo ahora) hizo un arte de bañarse rodeada de espuma o de arena. En los telediarios sólo llamó la atención su apetito voraz de viuda negra, pero luego la vimos rendida al alcohol y a otras sustancias, convertida de pronto (ella, que había sido miss desplegable) en modelo de tallas grandes, muy grandes.
Luego dicen que la cosa se le resolvió (incluso un pellizco de un montón de millones siguen siendo un montón de millones menos un pellizco), volvió a su figura y presentó programas como una cuba. Se enrolló con el leguleyo tocayo de un líder de las ondas, tuvo un hijo que murió en extrañas circunstancias y ahora ella ha seguido el camino de la carne, imitando a su modelo, o sin saber que la imitaba.
Lo definió James Dean, otro que no sabía por qué se rebelaba, si es que se rebelaba contra algo que no fuera su incapacidad de rebelarse: "Vive rápido, muere joven, y serás un hermoso cadáver".
Heredera del dilema de Aquiles, Anne Nicole Smith, sin la contrapartida de la gloria del recuerdo a partir de pasado mañana.
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