La premisa es divertida y desvergonzada. Original, para los tiempos que corren, aunque sea darle una vuelta de tuerca más a lo que se esta cociendo hoy y ahora en el mundo de la tele. A ver, recuerden ustedes: hubo una peli extraordinaria y capital (El silencio de los corderos) de donde salió una estética de autopsias exageradas y excéntricos agentes del FBI que tuvo sus máximos exponentes en Expediente-X (cuánta aliteración, por Diox), y sobre todo en su versión forense, los diversos CSI, en especial la serie original, con su personaje protagonista semi-autista (y también aliterativo, Gil Grissom), que remitía tan claramente a Sherlock Holmes que, como la cosa médica se diversificó en otras series y la detectivesca tres cuartas de lo mismo, al final acabamos teniendo un médico cojeras que se enfrentaba no al mal, sino a las enfermedades raras, usando una serie de métodos de prueba y error que, si bien no privativos del gran detective británico, si lo imitaban al menos en el entorno. Por otro lado, huyendo de la aparente racionalidad de la parte científica de la escuela (la rama Scully, como si dijéramos), se sigue también la rama Mulder, y ahí tenemos la cantidad de series de mediums, psíquicos, habladores con espectros, cazafantasmas y demás que también nos entretiene.
Ahora llega Psych, y si les hablo a ustedes del tema es porque acabo de ver el primer episodio en el satélite y sé que la serie empieza el miércoles en Cuatro. Y Psych, desvergonzadamente, usa las dos tendencias, y de momento, a tenor del episodio piloto, las emplea bien. O sea, tenemos a Shawn Spencer (James Roday), un caradura con una sorprendente capacidad de observación y una memoria visual que para sí la hubieran querido ustedes en fechas de exámenes, potenciada además por un padre ex-policía y cascarrabias (Corbin Bernstein, el ex-abogado divorcista guaperas de L.A. Law, que aquí hace de Clark Savage Sr; la escena del recuento de gorras en el bar es antológica), que harto de recorrer mundo y aventuras y cambiar de trabajo cada dos por tres, por uno de esos azares del destino, zas, se hace pasar por vidente y utiliza tanto su natural desparpajo como sus habilidades para divertirse, ayudar a la policía, ganarse unas pelas y, al final del episodio, fundar una agencia de detectives. O sea, un artista del timo que nos cae simpático porque es como Sherlock Holmes pero con los poderes falsos de un médium, flanqueado esta vez no por un médico aburrido, sino por un ex-vendedor algo hipocondríaco, Gus (Dulé Hill, a quien conocemos por su trabajo en The West Wing).
El episodio piloto tiene gracia, recuerda a los mejores momentos de Los casos de Rockford, hay buena química entre la pareja de personajes centrales, el padre ex-poli hace un buen contrapunto, y sobre todo saber que los poderes psíquicos son falsos y que Shawn es un pícaro que investiga, improvisa, resuelve casualmente y luego inventa arrebatos para llevarse los aplausos tiene su miga. Es sintomático que no haya ido directamente a la gran pantalla (la idea central es cojonuda), sino que pase de sopetón a la tele.
Veo que en los USA apenas llevan emitidos ocho episodios (aunque ya ha renovado temporada), así que es todo un logro que la serie esté ya aquí entre nosotros. Ya saben, los domingos por la noche en Calle 13 y los miércoles en Cuatro. Los fans de la comedia, la observación y la deducción seguro que van a pasar un buen rato.
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