Hemos dicho muchas veces que la gente que hoy podría estar guionizando cómics está haciendo guiones para series de televisión: ahí tienen ustedes cómo series como Buffy, Angel, CSI, Los simuladores, Dave el bárbaro, El laboratorio de Dexter, Las Supernenas y un sinfín más están llenas de guiños, homenajes, paráfrasis descaradas y hasta nombres de personajes trasvasados de un sitio a otro.
También hemos dicho muchas veces que no sabemos qué tiene que ver la velocidad con el tocino, el culo con las témporas, los cojones con comer trigo. O sea, más claro, que un lector de historietas puede ser, eso, lector de historietas y no necesariamente estar interesado al mismo tiempo en el potorro de Celia Blanco, las cartas de Magik, los muñequitos articulados, las camisetas negras de muchos números romanos, el idioma japonés, el karaoke, las figuritas pintadas o los juegos de rol. Idem, y ya lo hemos comentado por aquí, con los seguidores de la literatura fantástica, que pueden acercarse a las otras manifestaciones del género (cine, cómics, ilustración, etc), pero tienen también todo el derecho del mundo a parpadear cuando la cosa se les mezcla y desborda (o se les pretende mezclar) con ferias de ganado, pases de modelos con sorpresón salchichero incluído y proposiciones deshonestas a la hora de publicar retratándose.
Por eso mismo jode un mucho que cada vez que una película se acerca a un tebeo (o cada vez que una película se acerca a un libro del fantástico) aparezcan las cámaras y saquen a los más feos, los más exagerados, los más exhibicionistas y los más impresentables de todos nosotros. Y que, cuando sacan a alguien que pueda explicotearse medianamente bien, le pongan la alcachofa delante de las narices el tiempo suficiente para que luego quede en pantalla o en antena como un redomado imbécil (siempre le estaremos eternamente agracedidos Carlos Pacheco y yo a Chimo Rovira cuando nos entrevistó para la radio y comprobamos que el hombre entendía de tebeos Marvel y hablaba de "la Cosa" y no "el hombre de piedra").
Jode un mucho más cuando, en la tele, esos supuestos guionistas que uno imagina que habrían podido reverdecer la historieta si se les diera cancha, oportunidad y dinero, se asoman al mundo de la historieta y hacen que el mundo de la historieta (o de la fantasía y ciencia ficción; recuerden algún episodio de CSI) queden como unos soberanos rebanás. O sea, sí, como tontitos todos, gente rara y algo pirada: geeks, nerds, frikis, tiffosi, etc etc etc, escojan el término que quieran y luego cercamos la semántica. Recuerdo El protegido y las ridículas cifras de ventas de tebeos que aparecían como cortinilla al final de la peli (y las paridas que soltaba el señor Cristal, y la forma harto curiosa de tener tebeos en casa, y los originales mediocres que alababa el tío papanatas como si fueran obra de un grande, y esas portadas que vendía con los títulos ya puestos encima). Recuerdo una serie española (una de tantas) donde aparecía un friki especialista en Star Trek que no paraba el hombre de hablar del "doctor" Spock, confundiendo al famoso pediatra con el vulcano. Y hace apenas quince minutos acabo de terminar de ver un episodio de la serie Bones, "The Superhero in the Alley", donde se retrata el mundo de los cómics y los lectores de cómics y las tiendas de cómics... pues eso, como carnaza donde colocar un fiambre y mezclar a pelú góticos, roleros, pirados, asesinos, etc etc etc.
Uno comprende que son exigencias del guión. Uno comprende también que, en los diálogos de los personajes, se nota que hay quien entiende de lo que están hablando, pero, aparte de la visión unívoca, comercial y negativa de todo esto (que uno, en el fondo, no puede negar que también exista), lo que le fastidia es que en este episodio concreto, como en El Protegido se esté mezclando la realidad de los tebeos y sus autores con cosas que no se sostienen de pie. Hubo una época, en los años ochenta, en que cuando el chico protagonista leía cómics o quería ser dibujante de cómics, los cómics que salían en pantalla eran cómics de verdad, y uno de los juegos a los que nos invitaba su visión era precisamente identicarlos. Anda que no soltamos más de un grito viendo Jóvenes ocultos, Los Gremlims o Noche de miedo al reconocer los tebeos de los X-Men, Batman o Conan que teníamos en casa. Un placer semejante, en un episodio de la argentina Los Simuladores, donde los cuatro protagonistas, en la simulación donde van a desfacer el entuerto de la semana, se hacen pasar por guionistas y dibujantes de historieta y hablan tranquilamente de Breccia (padre e hijo), Oesterheld, El Eternauta, Alvar Mayor, Juan Salvo y Skorpio...
No sé si porque Marvel y DC se mosquean como se mosquearon la Warner y la Disney en Who Framed Roger Rabbit? (aquello de que tuvieron que compartir segundos en escena Mickey y Bugs Bunny y lo resolvieron haciéndolos caer a la vez de un avión), pero los tebeos que salen ya en las películas, desde El Protegido no son tebeos de verdad. En el caso de este episodio de Bones, ni los muchos títulos que tiene el chaval asesinado en su habitación, ni lo que aparece en la consabida librería especializada, ni lo que los chavales dibujan (¿y dónde lo publican con ese nivel, por Dios?) es real. Y no sólo no es real: es falso, es malo, es chungo. Por no usar a los personajes reales y los tebeos de verdad se deforma una vez más la percepción que de los tebeos se puede tener fuera del mundillo de los tebeos: títulos inexistentes, psicologías de baratillo, y sobre todo unos dibujos de fanzine colegial que sonrojan a quien quiera declararse lector de historietas que demanda, como si fuera negro, o gay, o judío, o lesbiano, o campesino, su pizquita de respeto.
Y uno recuerda a Jack Lemmon haciendo de irreal dibujante de cómics en Cómo asesinar a la propia esposa y recuerda las bellísimas tiras que dibujaba y que tanta importancia tenían en la trama. Media vida nos pasamos hasta descubrir que el dibujante de aquello era nada menos que Mel Keefer, dibujante de Jonny Quest, y que la promoción de la película se hacía con tiras de Alex Toth.
Y anda que no se notaba.
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