Al final van a tener razón los de las comparsas (o sea, los poetas populares, que también se dice) y a Cadi se la disputan los vientos, el de levante los días pares, el de poniente los impares, y sólo de vez en cuando aparecen en plan testigo de la defensa el viento sur y, si es invierno, el viento norte.
A lo que iba: que por la situación en la que andamos en el mapa lo mejor es el poniente para el verano, pero sin pasarse tampoco, porque es un viento fresquito que viene del agua. Lo peor de los peores, el levante, que viene de tierra y nos lo pone todo perdido de niebla de arena, que parece el flush de algún fotógrafo cursi, y por más que juguetee con las faldas de las niñas (aunque son pocas las que llevan ya faldas) es un coñazo sentir la metralla de sus mil puntitos si estás en la playa y da hasta algo de miedo cuando ves que empiezan a volar a tu vera las sombrillas, si sigues estando en la playa y no has tenido el buen sentido de largarte corriendo a casa con pesos en los bolsillos del meyba, para no volar tú también como vuelan de pronto los delgaditos, los flotadores y las pelotas de los desconsiderados que se creen que la Victoria es el Camp Nou. La cosa se complica cuando ves que en la calle los árboles y las palmeras bailan un tembleque que ni el muñeco Elvis del anuncio de coche (¿de qué coche, me pregunto, si todos los anuncios de coches, y hasta todos los coches, son igualitos?) y no es extraño darte en los morros con una página extraviada del Diario o de La Voz o ver cómo los contenedores de basura se desplazan lentamente lentamente calle abajo.
Es un coñazo el verano de levante, lo que yo les diga. Porque hace un calor abrasador y, jolín, no puedes ir a la playa o a según qué sitios de la playa, y te duelen los ojos con los perdigones de arena, y no puedes abrir las ventanas, y como entre en jueves ya sabes que dura hasta el domingo, pero como entre cualquier otro día de la semana, ni las abejas saben hasta cuándo dura.
Lo de las abejas tiene hasta su explicación cuántica, oigan: El reino animal es muy sabio y por lo visto cuando las abejas ponen los panales mirando pacá, es que va a hacer levante el verano entero, y cuando los ponen mirando pallá, es que no. Me temo que, este verano que todavía no ha llegado pero ya es, los han puesto mirando pacá, mismamente. O sea, que ya sabemos la que nos espera. Porque, joder, es que uno va dando cambayás por las calles de la que hace.
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