... y me perdí en el laberinto y no llegué a alcanzar el Minotauro. Se lo llevó, ya lo saben ustedes, el gran Javier Negrete, que era uno de los tres seudónimos y de quien nadie sospechaba que estaba allí viéndonos pasar. Me juran y perjuran que la cosa estuvo reñidísima hasta el último momento y que acabamos en un 4-3 él y yo, y hasta con sarcasmo me comentó luego alguien (no, no voy a señalar al otro autor que comparte mis iniciales), que fue una cosa "por los pelos".
Enhorabuena a Javi, que es un buen amigo y un magnífico escritor. En menos de tres semanas tendremos su novela en las librerías (y en tapa dura, que es lo que le envidio). Mi Juglar aparecerá antes del verano, o sea, que ya pueden ir preparándose para ración de dioses griegos y de antihéroes medievales.
Gracias a los amigos que fueron a acompañarnos (y a los que se quedaron por motivos de causa mayor), a los miembros del jurado que porfiaron por mí, y a los organizadores, que han estado de lo más atento con nosotros (ya les hablaré otro día, que no cabe aquí, del caos que es la dichosa Terminal 4).
Ahora, a rebuscar en el arcón de las ideas en qué nuevo berenjenal me meto y qué otra historia escribo. Porque, citando a mi Truhán y en alusión a este premio, "por vida mía que ha de ser mío".
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