La última moda de esto de lo catódico caótico es hacer listas de cosas favoritas. O sea, películas, tebeos, amistades, libros, amantes, canciones, equipos de fútbol, camisas, programas de televisión. O de cosas que uno no soporta. O cosas que ni fú ni fá. No sé, según te inviten o a ti mismo te pique el cuerpo.
Pues me niego, oigan. Soy indeciso y ambicioso. No puedo hacer una lista, no puedo reducir a cinco ni a diez ni a cien las cosas que me gustan. Soy incapaz de asegurarle a nadie si me gusta más, un poner, el Bomarzo de Múgica Laínez que el Sinuhé de Mika Waltari, por citar dos novelas históricas más o menos bien hechas (muy bien hechas, para qué vamos a engañarnos). No sé cuál es la canción que más me gusta de Serrat. No sé cuál es la canción que más me gusta de Aute. No sé qué actriz me parece más guapa, más alta, más sexy, mejor persona, mejor intérprete. No sé qué libro me ha gustado más de todos los que he leído: ni siquiera sé cuál me gusta más (o menos) de todos los que he escrito. No sé si me gusta más el Spider-Man de Ditko que el de Ross Andru, un poner. No sé si me gustan más los Fantastic Four de John Byrne que sus X-Men con Chris Claremont. No sé si quedarme con El Padrino o con Drácula, si la mejor banda sonora de la historia es la de Star Wars o si es la de La Lista de Schindler, si la mejor canción de Eurovisión es la de Abba o si es Congratulations de Cliff Richards. No sé cuál es la mejor comparsa de Paco Alba, ni cuál es el mejor coro de Julio Pardo. No sé con qué temporada de Buffy o de Angel podría quedarme si me dieran a elegir. No sé si quise más a mi padre de lo que quiero a mi madre.
Que me niego a hacer listas. Que comer jamón a todas horas es un coñazo. Y en la variedad está el gusto. Y que no me gustaría ir jamás de los jamases a una isla desierta. Y, en cualquier caso, si tuviera que hacer compañía a los chicos de Lost y al pobre hombre a quien da el coñazo el loro en los chistes de Mel, siempre preferiría tener a mano diez lo-que-sea que no haya visto ni leído antes.
Por aquello de distrarme con la novedad, supongo. Y por lo de seguir aprendiendo.
(Disculpen ustedes, porfa, la filosofía de baratillo, pero a ciertas edades ya no hace mucha gracia cumplir años).
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