En la calle sigue haciendo frío. Las vacaciones se consumen a medida que la cartera se viene a menos. Sigo teniendo la casa regada de libros y papeles, incapaz de encontrar cuando los quiero los libros y papeles que más quiero. La misma sensación de desconcierto cuando uno abre (o browsea) un periódico: atentados, asesinatos, improperios. Los excesos de la Nochevieja se traducen hoy en cansancio.
Nada ha cambiado desde anteayer. Posiblemente, nada cambiará para pasado mañana. Tiradas al pozo las buenas intenciones, olvidadas las supersticiones de cada paso de página, sólo queda el frío de enero que arrecia, los libros y papeles que riegan la casa, las ilusiones que a veces aún siguen intactas a la espera de convertirse en decepciones mordisqueadas.
A las seis de la tarde ya se ve algo más de luz. Por más que se empeñe, por fuerza que todavía le quede a nuestra costa, tiene el invierno perdida la batalla contra la primavera.
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