Con puntualidad milimétrica (a ver si va a ser verdad aquello de "ni la nieve, la lluvia o el trueno") me llegaron ayer mismo los dos libracos que había pedido a la librería amazónica online: The Art of Episode III y The Making of Episode III. Reconozco, con un pelín de mosqueo, que si pido a mi(s) librero(s) de la vida real cualquier libro (ya saben, esa cosa de papel entre dos tapas de cartón, con colorines y muchas letras por dentro, les explico), tardan meses en traérmelo... si lo traen. Pide uno cualquier cosa a los USA o la pérfida Albión, y en dos semanas como máximo lo tiene en casa. Para ir aprendiendo o mandar a alguien a que haga cursillos in situ a ver si se nos pega algo.
A lo que iba: que tengo sobre la mesa los dos libros, y me vence la duda hamletiana (creo que esta peli tiene un punto trágico que es claramente Kurosawa; o sea, shakespeariano), de si leer o no leer. Recogí el paquetón por la mañana y hasta las nueve de la noche no fui capaz de hojear los libros, pero me resisto a leer los pies de fotos siquiera, porque no quiero que me destripen más cosas que las que ya he dejado alegremente que me destripen.
El libro de El Arte (uno de esos misterios, por qué estos seis libros maravillosos no se publican aquí: los dos primeros fueron compra obligatoria en Forbidden Planet la primera vez que estuve en Londres, allá por el 85) no trae el script, por fortuna, y sí montón de bellos bocetos y diseños de planetas, naves y personajes: se puede ver quizá como lo que es, un libro de arte.
El otro, por lo que he podido deducir, se dedica más a poner fotos del rodaje, de las tramoyas, bambalinas, maquilladores y especialistas, con alguna foto de pose o algún fotograma de esos que te hacen que te de un vuelco el corazón, y trae trocitos mínimos del script, aunque avisan de que no son los definitivos. Parece, sobre todo, que es un diario del rodaje, y por eso mismo cada vez que paso por la mesita donde está desde ayer doy la vuelta, para no cogerlo.
Una duda hamletiana, oiga. ¿Los leo ya? ¿O me espero quince días? Si ya lo sé todo de la peli, me digo. Ya, ¿pero y el goce estético de sorprenderme con las escenas? ¿O se compensará con el goce estético de reconocer cómo se trasvasan los conceptos del papel a la pantalla?
Leer o no leer, mirar o no mirar, esa es la cuestión. Dura batalla tenemos con nosotros mismos, mi tesoro.
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