Me perdonan ustedes la bromita de ayer, pero ése era el tema, la diferencia entre un soneto y el soneto, entre una versión y el original, cómo demonios se transmite no ya sólo un sentimiento, sino un sonido que crea a la vez ese sentimiento.
El soneto 130 de William Shakespeare, dedicado a la Dama Oscura, ya saben: un prodigio de modernidad, aun teniendo cuatrocientos años. Imposible traducirlo y transmitir la cadencia de los acentos, el tono burlón y a la vez poético, la negación absoluta del poner a la amada a bajar de un burro que consigue con tanta maestría en el último pareado (los sonetos ingleses son levemente distintos a los nuestros: no son dos cuartetos y dos tercetos, sino tres cuartetos y un pareado).
He leído ese soneto en muchas versiones, incluso rimadas (y por tanto más alejadas del original) y en todas se encuentra uno con cosas que chirrían y cosas que le gustan, desde la imposibilidad de ponernos de acuerdo si los cabellos de la dama son alambres o cuerdas de arpa, o las vueltas que se le dan al primer verso para que suene poético, o raro, o cutre. Y, por supuesto, la dificultad de comprender el giro final, por más vueltas que se le de: cuando lo recito en clase, normalmente (primero en inglés, luego en español), nunca lo hago igual; unas veces el aliento de la amada apesta ("reeks"), otras lo emite, otras brota. Según me de. Y normalmente los versos finales los cambio a mi manera: "Y sin embargo, por el cielo, considero a mi amada tan especial/que con nada, ay, con nada, la podría comparar", suelo decir, cuando ya las chicas empiezan a mosquearse con la osadía de Will y los chavales se ríen. Es la única forma de transmitir, me parece, esa vuelta de tuerca que es este soneto, esta obra maestra de la subjetividad del amor y la belleza.
Qué grande era Will Shakespeare, qué mago de las palabras, qué pasión por la vida, qué inteligencia poner la literatura por encima del amor, por encima del tiempo. Y luego habrá imbéciles que querrán negarle la autoría de su obra: como si eso importara, como si eso le restara una onza de valor a su magia.
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