Venga, va, que llevan ustedes año y pico soportándome y hora es de que lo cuente: dentro de nueve días saldrá un periódico nuevo en Cádiz, "La voz de Cádiz", y cuentan conmigo para una columna semanal, a la que voy a llamar "Mar de leva". En teoría, es una columna de opinión, preferiblemente local, aunque con posibilidad de ir a mi bola si se tercia.
Como Crisei, dirán ustedes.
Pues no exactamente.
No es lo mismo, oigan. Aquí yo estoy como en casa y voy a salto de mata, escribiendo de lo que me ocurre o lo que se me ocurre, sin preocuparme de si me sale un artículo serio, o un artículo cachondo, si digo tonterías (casi siempre) o si al final quedo como más pedante de lo que en realidad soy. Y además no tengo el problema añadido del espacio: uno empieza a escribir, y escribe hasta que se le acaban las ideas o hasta que da con una de esas frases más o menos brillantes que te sirven para poner punto final al post, y esperar que alguien lo lea y responda.
Escribir para un periódico, me doy cuenta ahora, es otra cosa. Porque no es mi casa, ni sus lectores van a ser mis amigos o mis trolls, ni podré escribir de lo que me ocurra sino de lo que se me ocurra, con otro aire y otra música, y me imagino que otros referentes y hasta otro vocabulario. Y me está costando Dios y ayuda no encontrar la voz para La Voz (valga la redundancia), sino encajar en las palabras que me limitan el artículo.
Imagino también que, a menos que suelte burradas y las clases biempensantes, no pensantes o cargantes que me lean pongan el grito en el cielo y me acribillen desde las cartas a la directora, careceré de esa cosa maravillosa que tiene esto del blogging: la respuesta casi inmediata a lo que uno teclea.
En fin, que cada lunes me toca entretener al personal mientras se toma el cafelito o se corta el pelo y discute de fútbol. Llevo toda la vida queriendo escribir en un periódico, pero cachilimóchiles, ahora tengo un poquito de canguelo.
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