O tal que así lo han anunciado hoy en uno de los telediarios. Con rostro compungido y balbuceando más que de costumbre, nos han dicho que la productora Disney ha decicido no hacer más pelis de dibujos animados al estilo "tradicional" y abrazar a partir de ahora para siempre jamás (y hasta que se invente otra cosa, añado yo) las técnicas informáticas.
O sea, que en la batalla Pixar (pez pequeño) contra Disney (multinacional grandota) se ha llevado el gato al agua (con perdón por lo anacolútico del ejemplo) la productora del amigo Lassiter.
¿Y qué esperaban, me pregunto yo? Vale que lo sintamos por el mogollón de artistas (y, antes que artistas, trabajadores) que irán a la calle (por poco tiempo: el talento es el talento), pero obstinarse en hacer dibujito a dibujito en papel de calco (o como se haga) cuando con los medios modernos y al alcance de casi cualquiera de los que aquí me leen se pueden hacer verdaderas maravillas es de locos. De locos obsoletos, añadiría.
Es como cuando antes (espero que antes) preguntaban con qué escribía uno: si con ordenador, a máquina, a mano o con pluma. No, señora, con un escoplo sobre arilla endurecida, no te jode. Se escribe con la cabeza. Se dibuja con el alma: las herramientas son eso, herramientas. La tecnología está al servicio de lo que se quiere contar.
Es curioso que ahora se entone un requiem por la Walt Disney Productions por parte de quienes, desde que uno tiene uso de razón y de memoria, la han puesto siempre a caer de un burro (en parte con razón, ¿eh?, no recuerdo a personaje más antipático que el Pato Donald). Ya nada será igual, dirán. ¿Igual a qué? Nada ha sido igual nunca.
Disney, como todo Hollywood, como casi cualquier empresa dedicada a la comunicación (o a lo que sea) ha sabido reciclarse y reciclarse casi siempre a tiempo. Los resultados de las películas hechas con ordenador cantan: no solo los económicos, también los plásticos. Y sabemos que nos encontramos apenas en el comienzo de lo que va a ser una revolución en toda regla.
No comprendo esa pena por lo que pasó y se ha ido. Porque no se ha ido: Siempre nos quedará París, que decía Bogart. Y que los nuevos yuppis instalados en la poltrona del poder de la gran empresa mediática hayan hecho cuentas no invalida lo que otros hicieron antes que ellos, ni lo que ellos mismos (bueno o malo) pudieran haber hecho.
Que no es el fin del mundo, amigos de telecinco. Unas cosas acaban y otras llegan, unos instrumentos se pierden y otros se innovan. Ya no se hace cine mudo, ni se acarrean piedras por el desierto para levantar pirámides, ni se escribe en rollos de pergamino ni se lucha con cascos de cuero y espadas de bronce ante ciudades amuralladas.
Pero lo que se ha hecho, queda. Y para eso está la memoria. Y los archivos. Y las videotecas.
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