Perico tiene la edad de mi hija Laura (7 años). Es tímido hasta la desesperación, calladito, pero me da que además tiene que ser de un travieso y de un listo que paqué.
Perico, le cuenta su madre a mi mujer, este año no ha escrito la carta a los Reyes Magos. O, mejor dicho, sí que la ha escrito. Y la ha enviado.
La ha enviado directamente a un buzón de correos de los de verdad. Nada de pajes reales, ni de buzones en el Cortinglé, ni de entregarla a papá y a mamá para que ellos se encarguen ni nada de eso. A correos-correos. Como se envían las cartas de papel y sello.
Perico tiene la mosca detrás de la oreja y su madre sospecha que sospecha algo. De ahí que, aparte de echar él solito la carta al buzón, se niegue en redondo a decir en casa qué ha pedido a los Reyes, porque eso es cosa de los Reyes y él mismo.
Imaginen el sofoco de la madre. Y el cachondeo del niño, que además le pregunta con sorna si la noche de reyes todo el mundo se tiene que acostar tempranito, pero todo el mundo, todo el mundo, papá y mamá incluidos.
Eso se llama desmontar una defensa con todas las de la ley. O aplicar el método científico, que también. Buscar pruebas y evidencias de una sospecha.
Perico, que te traigan los reyes lo que has pedido. Carmen, hija mía, que la telepatía te funcione.
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