No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a ti y a mi, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números Babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos escollos.
Sé prudente, filtra el vino
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No te fíes del incierto mañana.
Una de las más bellas lecciones que nos ha dado la literatura. O, tal vez, la lección por antonomasia de esta espera entre eternidades que llamamos vida. El viejo Horacio sabía de lo que hablaba. Aprovecha el momento. Vive el día.
Es la lección que me toca esta semana en clase. Carpe diem, tempus fugit. O Sic transit gloria mundi, que dijo el otro. Es tan difícil hacerle ver a un puñado de adolescentes la gran verdad que encierra este poema, el terrible mensaje, el vacío que espera detrás del último verso. Sobre todo, porque ellos creen que les pilla tan lejos, que están tan a salvo de los avatares que nos marcan a todos nos guste o no nos plazca...
Mañana seguiré la lección, ilustrándola con algún poema o alguna canción más reciente que cuente lo mismo, porque como las buenas lecciones esta lección se repite en la historia muchas veces. Les haré escuchar, supongo, Para piel de manzana y les leeré (porque no tengo la canción a mano), Queda la música (como siempre, mis preferencias, Serrat y Aute). Más adelante en el curso sé que François Villon y sus Lamentaciones de una vieja que fue armera les pondrá los pelos de punta, sobre todo a las chicas.
Y les pondré en dvd también el más bello ejemplo de esa lección que ha dado el cine, la canción de la muñeca abandonada de Toy Story 2, la perfecta conjunción de esas imágenes que narran el paso del tiempo y el olvido de la infancia y que guardo, como oro en paño, como uno de esos recuerdos que quiero recordar cuando me muera. Les cuento: fuimos al estreno de la peli hace cinco o seis años, y mi hija Laura, apenas un bebé de un añito o poco más, cuando cantan esa canción, se abrazó a nosotros y dijo: "No sé por qué, me estoy poniendo muy triste". Laura no llegó a comprender, pero nosotros sí, ay, que estaba teniendo un recuerdo del futuro.
A ver mañana cómo encajan la escena un puñado de chavales que tienen la infancia muy olvidada, aunque fue ayer mismo, y cometen el error imperdonable de querer lanzarse de cabeza al mundo de los adultos... como si el mundo de los adultos mereciera para algo la pena.
De la magistral lección de Horacio, me quedo con un verso que lo dice todo y que me gustaría, que a estas edades, recordaran como la gran lección del año (aunque imagino que se llevarán a casa el recuerdo de René Magritte y de la pipa imposible de fumar, pues pipa no era), la gran lección de la historia y de la vida.
Sé prudente. Filtra el vino.
Y no te fíes del incierto mañana.
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