2003-11-22

91. LLUVIA

Yo fui un niño que amaba la lluvia. La infancia huele a nubes, a suelo mojado, a ropa húmeda y pelos contra la cara. A regañina de madre y sonrisa de complicidad de hermanos. Fui un niño que amaba la lluvia porque la lluvia era lo más parecido a la libertad: solos el agua y tú, y tus amigos y tú, y el chaparrón y tú, y los coches que circulaban lentos aunque parecían veloces y levantaban un pequeño tsunami de color asfalto que te pasaba por encima de la cabeza y te dejaba hecho un cromo, hasta las trancas.

Yo fui un niño que amaba la lluvia porque te permitía usar botas de agua y chapotear en los charcos (salvo aquella vez que el charco fue más profundo que el borde de la bota y no me sirvieron para nada), y correr como el viento, pero sin mucho interés, a la búsqueda de una casapuerta o una marquesina (nunca un árbol) donde guarecerte. La lluvia trae de la mano la impaciencia del niño, las ganas de correr y saltar, de dejarse bañar por una ducha que entronca, no sé, con el primer protohumano. La lluvia de la infancia era, insisto, saber que formabas parte de un mundo que no se acababa en la puerta de tu casa o de la escuela.

No sé cuándo la lluvia dejó de gustarme. Cuando, con dieciocho o diecinueve años, me puse gafas, imagino. Entonces dejó de ser la libertad y yo, el mundo y yo, la climatología y yo. Me había parapetado detrás de un cristal portátil, como el cristal de las ventanas de la casa o de la escuela, y ya nunca fue lo mismo. Era imposible correr, o caminar despacio, si la lluvia te iba dejando ciego gota a gota. Era imposible conducir, porque la visión también se nublaba, y ya había que tener cuidado para no mojar de un tsunami color asfalto a la gente que pasaba por las aceras (porque, al contrario que los niños que un día fui, a la gente de ahora le molesta verse salpicada). Llueve siempre que los niños salen de clase, y siempre que entran: ni diez minutos antes ni diez minutos después: la ley de Murphy del agua.

Y además llueve los fines de semana, fastidiando esas mil cosas que uno quiere hacer y que ya no hace (aunque, lo más probable es que tampoco las hubiera hecho si el sol estuviese fuera).

Yo fui un niño que amaba la lluvia, y todavía hay en mí una parte secreta que se alegra cuando llueve. Pero ahora quizás se alegra porque me pilla a salvo en casa, a resguardo de los rayos y los truenos y los tsunamis de color asfalto que levantan las coches contra las aceras.

Quiero volver a ser ese niño. O quiero, al menos, volver a amar la lluvia como la amaba.

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Comentarios

1
De: PiliBaena Fecha: 2003-11-22 22:32

Y además llueve los fines de semana, fastidiando esas mil cosas que uno quiere hacer y que ya no hace (aunque, lo más probable es que tampoco las hubiera hecho si el sol estuviera fuera).

Como lo sabes.



2
De: Algernon Fecha: 2003-11-22 23:12

Tal vez, más que la lluvia, es el cambio climático lo que causa mayor felicidad. Variedad.

Precioso post :)



3
De: Jesús Yugo Fecha: 2003-11-23 21:29

Yo tengo que contener el impulso de tirar el paraguas y echar a correr bajo la lluvia, como un crio si, pero parecería más bien como un gilipolla, a mi también se me llenan las gafas de gotitas de agua y mi carrera parecería la de un pollo sin cabeza.



4
De: Mel Fecha: 2003-11-24 02:20

Rafa, recupera tu amor por la lluvia....¡¡¡¡ponte lentillas!!!!!



5
De: RM Fecha: 2003-11-24 03:10

Es más fácil quitarse las gafas, Mel.

Luego está la terrible cuestión de los resfriados, aaaatchússs.




6
De: Vicente73 Fecha: 2003-11-24 06:21

Que bonito.



7
De: Mel Fecha: 2003-11-24 07:07

Será más fácil para los de miopía moderada... otros corremos sin gafas y nos comemos una farola... :D



8
De: V. Fecha: 2003-11-24 23:16

Hay tantas cosas que se van, como la lluvia, cuando llegan los años... yo creo que perdemos el sentido de la maravilla, o parte de él, con ese predador correr del tiempo. Es como el olfato, que de niños sirve para mover sentimientos y de mayor sólo para oler: parecerá una tontería, pero el aroma a churros o a castañas en mi infancia despertaban ilusiones sin fin (eran como un preludio al día de Reyes: en cuanto el mundo olía a castañas, la cosa se acercaba...). Ahora, cuando huelo a churros o a castañas, lo único que se me despierta es el hambre y, a lo sumo, una ligera sensación de añoranza por las vacaciones pasadas y alegría por las que están por venir.
Saludos a todos.

V.

Postdata: sniff...



9
De: RPB Fecha: 2003-11-25 00:23

Rafa, vente pal norte, que aquí tenemos toda la lluvia que quieras por estas fechas. Y, sí, haces bien en intentar amar de nuevo la lluvia. ¿Qué serían Los Ángeles, 2019 sin lluvia?



10
De: INX Fecha: 2003-11-25 03:00

Yo aún soy esa niña...



11
De: karlos Fecha: 2003-11-25 20:32

lluvia, sentir mi cara mojada por esas lagrimas de cielo Xd y correr pa q prefe andar tranki y dejarme empapar poa despues en buena compañia tomar un chocolate caliente y mejilla con mejilla oir su musica de repiqueteo en el tejado XD

PD: las electricas por espectaculares no dejan de quedarme en babi flipando XD



12
De: Jesu Fecha: 2003-11-29 19:34

Ah, la lluvia... allá iba uno en botas de agua dedicándose a "Matar" los charcos malvado saltando encima de ellos con las dos piernas y deseando que se formara un riachuelo para pasar por él.

Lo malo después era la reprimenda de mamá y papá... ay que tiempos.